El caso LITHIUM (capis 00 al 06)

Eratan bella… Tanto… Sus cabellos rubios con cierto aire cobrizo, como un color calabaza, ondulaban y le daban un aire alegre y optimista. Le gustaba llevarlo corto, bueno, hasta casi los hombros. A mí me encantaba como se despertaba cada día con una sonrisa. Y me susurraba mi nombre en el oído con una musicalidad divina. Pero, lamentablemente, eso nunca más se repetirá.
Fue muy difícil aceptarlo. Que todo lo que habíamos hecho se esfumara de repente… Hace unos pocos días, en la puerta de mi casa, encontré su cadáver. Supe que no volvería a ser feliz. No mientras ese asesino en serie siguiera vivo.

Yo, como detective, debo averiguar quién lo hizo. Y no sólo quien la mató a ella, sino también quién ha estado asesinando a tanta gente. Dicen que es una maldición, pero yo no me lo creo. ¿La maldición de Anne? Por favor, eso es una chiquillada.
Me he ido un poco por las ramas, pero ahora debemos callarnos. Es el funeral de mi novia. Sí, la de los cabellos calabaza y la sonrisa capaz de hacerte sentir todo lo que hay en el mundo, como si te teletransportara.
Aunque no ha venido nadie. Estoy solo, con una mujer y el clérigo. La mujer dice ser su madre, pero yo no la conozco. Está llorando mucho, pero no sé cómo consolarla. No sé ni cómo consolarme a mí mismo.

Después de la ceremonia, me dirijo a un lugar apartado para pensar. De detrás de un árbol surge una mujer de mi edad, más o menos, penetrándome con la mirada, como di dirigiera su vista hacia el más allá. Se le ve poco de la cara, su pelo largo y negro como el carbón se la cubre. Pero aun así distingo sus ojos azules muy claros. Y muy puros. Lleva un vestido largo y blanco. Sencillo, también. Tras mirarnos un rato, dice, en voz baja, como si hablara para ella misma:
CHICA: Hola, Neon… Ha pasado mucho tiempo, ¿no?
Sonrió, pero la verdad es que yo no sabía quién era ella. Quizás le haya servido en alguna ocasión, como detective que soy. He realizado ya varios casos, pero muchos ni los recuerdo. Su sonrisa, sin embargo, era tan dulce que podría hacer un pastel.
NEON: ¿Nos conocemos?
Su sonrisa se volvió una mueca de preocupación.
CHICA: Lo siento… Lo siento… De verdad que lo siento… Lo siento… Lo siento… Lo siento…
Sus ojos eran ahora inexpresivos, y el que se preocupa ahora soy yo.
NEON: Sí soy Neon, solo que no logro recordarte.
CHICA: Lo siento… Lo siento Neon… En serio lo siento… De verdad que…
Y de sus ojos empezaron a brotar lágrimas. Me sonó familiar de hace mucho tiempo… Muchísimo. Un instinto me dijo que ya la conocía, asi que le invité a un café cerca.

NEON: Verás… Hace seis años yo… ¿Recuerdas el accidente de tren que hubo cerca? Pues yo iba en ese tren. No recuerdo nada de lo que pasó antes, un golpe me dejó amnésico, por eso no te recuerdo.
CHICA: Yo… no sé cómo me llamo… Tú me llamabas Amy…
NEON: ¿Amy? Ese nombre me da buena sensación… ¿Éramos amigos o algo?
Los ojos de Amy se tornaron afilados, cuales los de un gato. Sus pupilas felinas se volvieron pequeñas y su iris era casi inexistente. Su voz cambió. Se borró la sonrisa y el rostro inocente de su cara. Era otra Amy.
AMY: Estuvimos los dos juntos en el accidente de Saint Michel. ¿No lo recuerdas?
NEON: Como ya he dicho, hace seis años…
Amy se puso a llorar. Seguía siendo esa Amy felina. Se cubrió la cara. Empezó a llotrar y llorar.
AMY: Llevo años buscándote… No quiero irme sin ti… Ahora que te he encontrado…
De repente hizo un gesto, como si le hubieran disparado, como si sintiera un escalofrío. Sus ojos felinos se volvieron otra vez inexpresivos. Era la primera Amy. Cayó al suelo, desmayada. Y yo, ¿qué podía hacer? A mi mente me vino un amor antiguo por esa joven. Antiguo y desconocido. Esa mujer me había traído momentos de pasión, pero también de dolor y sufrimiento. De repente, recordé que esa mujer había muerto, ya hace tiempo. Pero no debo fiarme de mis recuerdos, son confusos y sin sentido. Me la llevé a casa, la tumbé en la cama y velé porque se despertara.

En mi cabeza, la confusión de recuerdos, sueños y imaginaciones mías me empezaba a marear. No sabía quién era esa mujer, pero su imagen me tranquilizaba, me daba la felicidad. Así que cuando despierte, le pediré que viva aquí conmigo, si es que no tiene ningún sitio donde vivir, como parece ser.